Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.
Editada y publicada por Editores Latinoamericanos de Patología A.C.

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Atisbos sobre la figura de Ruy Pérez Tamayo

Periodicidad: continua
Editor: Mario Magaña
Abreviatura: Patologia Rev Latinoam
ISSN: 2395-9581
Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.

          

 

Atisbos sobre la figura de Ruy Pérez Tamayo

Patología

Patología 2022; 60: 1-3.

https://doi.org/10.24245/patrl.v60id.7698

Jorge Fernández-Diez, Luis Alberto Vargas-Guadarrama, Gustavo Viniegra-González


Recibido: abril 2022
Aceptado: abril 2022

Corrrespondencia:

Jorge Fernández Diez
jorferdiez@yahoo.com.mx

Este artículo debe citarse como:

Fernández-Diez J, Vargas-Guadarrama LA, Viniegra-González G. Atisbos sobre la figura de Ruy Pérez Tamayo. Patología Rev Latinoam 2022; 60: 1-3.

Dr. Ruy Pérez Tamayo, en realidad no te fuiste, te quedaste con nosotros, dejaste tu huella académica, un legado de libros, conferencias, artículos, revistas, fuiste un comunicador de la ciencia, la investigación, la cultura y el humanismo, has sido y eres un émulo, un punto de inflexión para médicos y no médicos y ahora nosotros…

 

Los autores de esta nota tuvimos la fortuna de ser, a lo largo de 1960, alumnos de los primeros cursos de Patología que impartió el Dr. Ruy Pérez Tamayo en la Facultad de Medicina de la UNAM. Nos impresionó su juventud, sus conocimientos y sus desplantes que reflejaban el dominio de su materia, además de haber seguido su entonces muy reciente libro de texto Principios de Patología. Esta obra se alejaba notablemente de las de autores extranjeros, ya que no era una anatomía patológica, sino una visión amplia de los procesos y causas por los que los humanos enfermamos. Fue de las pocas obras didácticas donde con cada ficha bibliográfica venía una explicación o comentario de don Ruy. Su curso fue notable al enseñarnos a pensar y ampliar la manera como lo que mostraba en su clase y lo que veíamos directamente en las autopsias estaban íntimamente relacionados y debíamos identificarlo mediante sus manifestaciones clínicas en los pacientes vivos. Para ello aprendimos a tener una visión dinámica sobre las lesiones encontradas después de la muerte y la manera como se manifestaban en las personas que atendíamos.

Para ello contamos con la infraestructura que nos ofrecía Ruy: la flamante Unidad de Patología del Hospital General de México. Ahí investigaban y trabajaban notables profesionales ya maduros junto con los jóvenes en formación, algunos muy pocos años mayores que nosotros, pero además acudían los clínicos y los cirujanos interesados en ejercer una medicina con mejores fundamentos científicos. Ahí recibimos el ejemplo y la enseñanza de personajes tan notables como el parasitólogo Francisco Biagi o el bacteriólogo y más tarde pedagogo Luis Felipe Bojalil. Vivimos el papel de la Dra. Irmgard Montfort, esposa de nuestro profesor, quien daba cohesión al grupo de seguidores de Ruy durante la etapa formativa de quienes después han sido destacados profesionales dentro y fuera de nuestro país, por ejemplo: Roberto Kretschmer, Patricia Alonso, Jesús Aguirre, Cecilia Ridaura, Marcos Rojkind, Eduardo López Corella y varios otros.

Al mismo tiempo que manejaba la Unidad, Ruy salpicaba sus brillantes clases con ironía y conocimientos de otros campos del saber y de la vida humana que nos mostraban facetas de las que pocos profesores de los ciclos previos habían despertado nuestro interés. De esta manera se amplió nuestra perspectiva sobre lo que debe dominar el médico para atender integralmente a sus pacientes.

Tuvimos un examen memorable donde mostró sus cualidades de profesor y su rigor académico aunado a un sentido del humor que en ese momento no comprendimos. Fue uno de selección múltiple, donde había la opción de responder o no responder a cada pregunta. Sin avisar previamente y, por lo tanto, para nuestra sorpresa, cada pregunta era calificada con 1 si era correcta, con 0 si no había respuesta y con -1 si era mal respondida. La explicación fue que el médico debe acertar, reconocer su ignorancia, pero no cometer errores. Casi huelga decir que nuestras calificaciones fueron muy bajas y en algún caso hasta negativas, incluso entre los compañeros a quienes considerábamos los más aventajados. Pero la lección permaneció, nos dimos cuenta de la importancia de ser honestos con nosotros mismos respecto a nuestro conocimiento e ignorancia.

Ruy presentó en varias ocasiones su punto de vista de lo que debe ser la investigación, producto de una permanente búsqueda de explicación de los hechos y someterlos a estudio riguroso y siempre cuestionado. De esta manera formó a un grupo considerable de seguidores con gran rigor científico e influyó en varias generaciones de médicos. Su logro más trascendente fue mostrar que los problemas de salud y las enfermedades tienen un sustento en las maneras de funcionar y reaccionar del cuerpo humano, producto de la evolución. En alguna de sus clases bromeaba diciendo que no hay lesiones de la piel en las que salgan plumas, por no contar con elementos para su formación en nuestro genoma. Este enfoque fisiopatológico y no solamente la identificación de lesiones en la autopsia y a través del microscopio afectó su manera de enseñar y ejercer la patología.

Su otra gran contribución ha sido la de ser un pensador y observador de lo humano y plasmarlo a través de sus textos de divulgación publicados, principalmente, por el Fondo de Cultura Económica y El Colegio Nacional. Son notables sus conferencias a las que se puede acceder en You Tube y en las que se muestra plenamente su sabiduría y personalidad.

Su versatilidad y competencia académica lo llevaron a ser miembro del Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua, así como de muchas más instituciones y recibir un gran número de reconocimientos nacionales y extranjeros. Impartió cursos y conferencias en una gran cantidad de países.

A algunos de sus alumnos nos marcó su interés en la actividad intelectual humana que se manifestaba por sus constantes referencias a la literatura y, además, por su asidua presencia en las salas de conciertos de música clásica. Una experiencia inolvidable era salir los viernes de su clase en el Hospital General, correr a nuestra casa para cambiarnos de ropa y verlo desde el tercer piso tomar su lugar en la planta baja del Palacio de Bellas Artes para escuchar los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional y durante el intermedio alcanzarlo para comentar con él las obras y su interpretación en los pasillos de la sala. Cuando se construyó la Sala Nezahualcóyotl de la Ciudad Universitaria se convirtió en uno de los asistentes que rara vez faltaban y con quienes se salía enriquecido gracias a su conversación.

Las abundantes contribuciones científicas de Ruy concluyeron con su vida, y seguirán siendo consultadas, pero su labor como formador de alumnos, profesionales e investigadores prosigue por medio de sus seguidores, desde varios lugares del planeta. De manera semejante, pero llegando a un público mayor, continuarán siendo leídas sus obras de divulgación: las que reflejan su pensamiento sobre la manera de llevar a cabo investigación, las relativas a la ética laica, las que tratan de aspectos de la historia de la medicina, por citar algunos de los varios aspectos acerca de los que escribió. La mayor parte de ellas están destinadas a un diverso público que seguramente sacará provecho de ellas durante largo tiempo.

Sin duda Ruy Pérez Tamayo fue un mexicano excepcional a quien mucho debemos y merece nuestro reconocimiento.

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