Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.
Editada y publicada por Editores Latinoamericanos de Patología A.C.

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Describir... ¿para qué?

Periodicidad: continua
Editor: Mario Magaña
Abreviatura: Patologia Rev Latinoam
ISSN: 2395-9581
Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.

          

 

Describir... ¿para qué?

Describe... for what?

Patología Rev Latinoam | 22 de Noviembre de 2023

Patología Rev Latinoam 2023; 61: 1-3.

https://doi.org/10.24245/patrl.v61id.9352

Luis Muñoz Fernández

Director de Labopat, Aguascalientes, Aguascalientes, México.


Recibido: noviembre 2023
Aceptado: noviembre 2023

Corrrespondencia:

Luis Muñoz Fernández
cartujo81gmail.com

 

Este artículo debe citarse como:

Muñoz-Fernández L. El discreto arte de la Patología y la ciencia de la deducción... Patología Rev Latinoam 2023; 61: 1-3.

Cuando tuve una cuenta en Twitter (hoy X) recuerdo haber discutido con una colega española, muy reconocida en esa red social, acerca de la importancia de la descripción en la Patología. No llegamos a ningún acuerdo. Para ella, buena parte de las descripciones que hacemos no tienen ya lugar en la práctica actual de nuestra profesión.

Creo que la mayor parte de las descripciones originales de las lesiones no pasan de moda. Se puede volver a ellas una y otra vez con gran provecho para quien las relee. Otra cosa son las interpretaciones, que cambian conforme el conocimiento avanza.

Las buenas descripciones originales son una fuente de inspiración e iluminación. Pueden considerarse clásicas en el sentido que Italo Calvino le daba a los libros clásicos: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”.

Respecta al escritor y periodista Italo Calvino (1923-1985), en la nota preliminar que escribió para un pequeño libro suyo titulado Palomar, publicado originalmente en 1983, me encontré la siguiente frase: “Desde hace mucho tiempo tengo el empeño de revalorizar un ejercicio literario caído en desuso y que se juzga inútil: la descripción”.

¡Qué perla! La descripción como un ejercicio literario. Me parece un concepto muy valioso. Desafortunadamente, hoy todo conspira en su contra. Desde la prisa con la que vivimos, a la concepción utilitaria de nuestro trabajo que, entre otras cosas, nos exige elaborar nuestros informes en un formato casi cibernético. En ese contexto, la buena descripción no sólo es poco útil, sino que se considera anticuada e incluso antipática. Una debilidad que no nos podemos permitir… y mucho menos en la práctica privada.

Hay un factor más: lo que Yuval Noah Harari ha llamado en su libro Homo deus: “la religión de los datos”. La define de la siguiente manera:

El dataísmo sostiene que el universo consiste en flujos de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos. Esto puede sorprender e incluso parecer una idea excéntrica y marginal, pero en realidad ya ha conquistado a la mayor parte de las esferas de la ciencia”.

A lo que agrega:

Para los políticos, los empresarios y los consumidores corrientes, el dataísmo ofrece tecnologías innovadoras y poderes inmensos y nuevos. Para los estudiosos e intelectuales promete asimismo el santo grial científico que ha estado eludiéndonos durante siglos: una única teoría global que unifique todas las disciplinas científicas, desde la musicología a la biología pasando por la economía. Según el dataísmo, la Quinta Sinfonía de Beethoven, la burbuja de la Bolsa y el virus de la gripe no son sino tres pautas de flujo de datos que pueden analizarse utilizando los mismos conceptos y herramientas básicos. Esta idea es muy atractiva”.

En nuestra profesión el dataísmo gana terreno y adeptos todos los días. Es una tendencia imbatible. La digitalización y la biotecnología aplicada al diagnóstico son su punta de lanza. ¿Debemos preocuparnos por ello? Posiblemente no, porque ya son el presente y serán el futuro. Pero en relación con el tema que nos ocupa –la descripción– no cabe duda que son el verduguillo que terminará por eliminarla de nuestro horizonte. Teniendo datos, ¿para qué queremos descripciones?

La buena descripción no se da automáticamente, requiere tiempo y concentración, y por eso atenta contra esta época en la que la velocidad se considera la suprema virtud. En las historias clínicas, la sustitución del relato tradicional por listas de cotejo o verificación (las famosas checklists) es una expresión del culto a la prisa y, desde luego, de la religión de la eficiencia. Incluimos en la lista aquello que consideramos indispensable por temor a que se nos olvide. Dejamos de ejercitar la memoria porque hoy es sospechosa. Se la considera una forma demasiado elemental de inteligencia ("la inteligencia de los tontos").

En un marco más amplio, podríamos considerar que las historias clínicas y los informes de patología han sido, hasta ahora, una forma peculiar de expresión literaria cultivada por el personal médico. De acuerdo con el filósofo Byung-Chul Han, vivimos en una época en la que la narración está en crisis. Las viejas historias, que brindaban seguridad y estabilidad, han sido reemplazadas por el storytelling, una forma de expresión fragmentada “que deja de ser vinculante para nosotros y pierde su fuerza conectiva”. Y añade: “Las narraciones son generadoras de comunidad. El storytelling, por el contrario, sólo crea communities. La community es la comunidad en forma de mercancía. Consta de consumidores”.

A los alumnos de Medicina les solía decir que deben aprender a redactar las historias clínicas para que puedan ser leídas como novelas, es decir, que deben aspirar a alcanzar en sus relatos clínicos la calidad de la literatura. Reconozco que hoy esa aspiración es puro anacronismo. No va con esta época... es una pérdida de tiempo.

Lo mismo pienso de nuestros informes de patología. Tiempo atrás discutía con una colega la necesidad de incluir la descripción microscópica en los casos en los que no debe soslayarse: tumores malignos, lesiones hepáticas, nefropatías, etc. Me contestó que lo consideraba innecesario porque los médicos clínicos nunca leen nuestras descripciones. Entonces le expliqué que no debíamos describir pensando en si los médicos van a leer o no lo que escribimos, sino porque describir es una de las maestrías de nuestra profesión, la expresión de los procesos intelectuales por los que llegamos al diagnóstico, algo que define lo que somos y el trabajo en el que nos suponemos expertos. Debemos hacerlo por nosotros, no por nuestros lectores. Me temo que no la convencí.

La ausencia de descripciones pudiese considerarse una muestra de empobrecimiento profesional, pero hoy la descripción es algo que, salvo algunas excepciones, llega a considerarse prescindible, es mera subjetividad y en la actiualidad desconfiamos de lo subjetivo, de lo cualitativo. Tanto que las nuevas técnicas que empleamos son un esfuerzo por dotar de objetividad al análisis morfológico que ha sido el trabajo habitual del patólogo. ¿Para qué seguir insistiendo a las nuevas generaciones en el cultivo esmerado de la descripción morfológica si disponemos de técnicas que nos proporcionan un enfoque más objetivo, incluso cuantitativo?

Hubo una época en la que se decía que los patólogos y su maestría morfológica tenían la última palabra. Hoy, ante la incorporación nuevas técnicas, en una cantidad creciente de casos la morfología es insuficiente para establecer un diagnóstico aceptable, según los estándares internacionales. Incluso varias enfermedades se descubren y sólo pueden diagnosticarse con el uso de esas herramientas.

En lo personal, y pese a que tengo más de 30 años de práctica profesional (o tal vez justamente por eso), me gusta hacer las descripciones lo mejor posible, es decir, lo más apegadas a la realidad de lo que observo, siguiendo siempre la regla de oro de la economía del lenguaje.

A mis años sigo pensando en cómo describir mejor una lesión, aunque sea común y corriente (por ejemplo, un carcinoma basocelular). Sigo creyendo que siempre hay que intentar describir con la mayor elegancia y precisión posibles. No sólo me parece una buena manera de no dejarse ganar por la rutina, sino el cultivo de un arte que parece irremediablemente condenado a la desaparición.

Estamos transitando de una forma de practicar la patología a otra y, en medio de este cambio, se dan tensiones y resistencias. La vieja forma de practicar la profesión, basada en la morfología y expresada en la descripción, confluye hoy con la forma nueva que incorpora el uso de datos provenientes de las nuevas tecnologías, datos cuya mera enunciación parece ser suficiente. En este nuevo contexto, la descripción morfológica deja de tener el lugar preeminente que tenía.

Como no ocurría en mucho tiempo, hoy estamos experimentando cambios de gran calado, no sólo por la adición de nuevos conocimientos y la corrección de concepciones previas de las enfermedades que estudiamos, sino en las herramientas profesionales que empleamos y en los modos en los que entendemos y ejercemos la Patología, incluida la elaboración de informes de los casos que analizamos. Por todo ello, me parece que el tema reviste interés y merece una reflexión más amplia que permita identificar los elementos señalados en las líneas precedentes y, seguramente, otros más. Ojalá que lo expuesto despierte el interés de nuestra comunidad y estimule una discusión serena y razonada acerca de este y otros aspectos de nuestro quehacer cotidiano.


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