La intención por lograr una comprensión casi filosófica general del universo es un problema que atañe a los matemáticos, la física y la biología, todos amparados por el gran proceso tecnológico de las últimas décadas. El espectáculo de la vida, a través de la inserción humanística de los caracteres visuales, une a las ciencias biológicas con las sociales, al establecer casi como un quantum energético el valor lo visual, incorporado constantemente en nosotros, simples espectadores, lamentable a veces, como animales ópticos.

JJ Thomson descubrió en 1897 al electrón, Rutherford (1911) al protón y cuando parecía claro que los 92 átomos estaban formados por estas partículas estables indestructibles se incorpora el fotón. John Planck y Einstein, sobre todo este último concibe que un haz de luz está formado por un grupo de partículas, todas ellas viajando a la velocidad de la luz.

Qué hace el espectador óptico común, incorporando estos elementos, con sus sensaciones y afectos, depresiones y alegrías, placer y displacer, amor y odio, conductas estables e inestables, etc.

No lo sabemos pero lo percibimos. Porque la visión entra y se apodera de grandes masas neuronales, llegando hasta el alma. (almalgia, dolor del alma; M. Lourdes Racca 2015).

A diferencia de la audición (se puede cumplimentar por horas con cualquier sinfonía, sin almacenamiento necesario de datos) la cuántica fotónica es acumulativa, formática, instructiva y a veces alienante.

Cuántas personas permanecen atónitas frente a una pantalla de televisión, casi homologando sentimientos, represiones, cuestionamientos y cediendo el espacio de su propia conciencia a la incorporación visual.

La Oftalmología y la Biología morfológica de la corteza occipital están en estado de alerta; deben resguardar espacios libres para la concepción de las “ideas visuales” en sentido inverso y creativo.

El espectáculo fellinesco de una familia entera poseída por imágenes televisivas, las saturaciones casi ideológicas de la cibernética tal vez nos puedan robar lo que nos queda de humanos.

No hay nada mejor que ver, pero tal vez la crueldad sea la incapacidad neuronal especial de no poder devolver en palabras, afectos, ternura, solidaridad, esos estigmas que sellan con proteínas aplicadas en la célula nerviosa, algunos efectos necesarios para una sociedad con hambre de caricias y de palabras.

El hombre, animal óptico es un hecho fortalecido, pero estemos alertas a la devolución casi imprescindible de la ecología social “Los ancianos te dirán las edades” (cántico de Moisés).

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