Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.
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In Memoriam del Doctor Juan Rosai

Periodicidad: continua
Editor: Mario Magaña
Abreviatura: Patologia Rev Latinoam
ISSN: 2395-9581
Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.

          

 

In Memoriam del Doctor Juan Rosai

Patología


Héctor Abelardo Rodríguez-Martínez


Recibido: julio 2020
Aceptado: julio 2020

Corrrespondencia:

Héctor Abelardo Rodríguez Martínez
harodriguezm@yahoo.com.mx

Este artículo debe citarse como:

Rodríguez-Martínez HA. In Memoriam  del Doctor Juan Rosai. Patología Rev Latinoam 2020; 58:1-4

El día 7 de julio del presente año, la Patología Quirúrgica mundial perdió a uno de sus más grandes promotores y enriquecedores de la especialidad. Su maestro, el Dr. Lauren V. Ackerman, había sido uno de los creadores más importantes de la Patología Quirúrgica. Sin embargo, quién la elevó a un nivel privilegiado fue el Dr. Rosai: pues delimitó con mucha claridad su amplio campo de acción; recopiló todos los conocimientos teóricos y herramientas prácticas que ayudan a practicarla; propuso las reglas para su inevitable y necesaria interacción con la medicina clínica, de manera muy especial con cirujanos y oncólogos; y, sobre todo, dirigió la especialidad a servir siempre a los mejores intereses de los enfermos. En otras palabras: dotó a la Patología Quirúrgica de una incuestionable personalidad propia, ya que antes no era muy clara (para los detractores de la especialidad). No hay la menor duda de que: el espíritu mágico y enciclopédico que imprimió a su libro, Rosai and Ackerman’s Surgical Pathology, así como la sabiduría y simpatía que desplegaba en sus clases, conferencias y seminarios, fueron los principales factores que le permitieron llevar a cabo con éxito todos esos cambios.

En realidad, el Dr. Rosai tuvo tres nacionalidades, y siempre las manejó con naturalidad, sin conflictuarse. Nació en Italia como Giovanni, el 20 de agosto de 1940, en Poopi, muy cerca de Florencia. A los 8 años emigró a la Argentina, donde oficialmente le cambiaron su nombre a Juan y adoptó una nueva nacionalidad. A los 15 años ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y a los 21 años se recibió de Médico. Durante sus estudios de medicina conoció a su maestro de Patología, Dr. Eduardo Lazcano, quién fue determinante en su vocación de patólogo e inclinación por la investigación. Durante 4 años hizo una residencia de Patología General en Buenos Aires y se desempeñó como Patólogo en Mar del Plata, Argentina. Sin embargo, siempre tuvo el propósito de ir a Estados Unidos a iniciar una residencia formal de patología.    

Sus biógrafos afirman que al Dr. Rosai lo invitó el propio Dr. Ackerman, durante un viaje que hizo a la Argentina, a ingresar a su Departamento de Patología Quirúrgica en Saint Louis, Missouri. Sin embargo, a mí me tocó vivir esa situación de diferente manera. Pues siendo yo residente del Dr. Ackerman (1965-1967), conocí al Dr. Rosai cuando él era residente de Patología General en el Hospital de Veteranos John Cochran, de Saint Louis, Missouri. Lo conocí a finales de 1965 a través de su primera esposa, Ilde Rosai, quien ingresó a trabajar al Laboratorio de histotecnología del Dr. Ackerman. De 1965 a 1966, el Dr. Rosai asistió como oyente a las sesiones que impartía diariamente el Dr. Ackerman en punto de las 8 a.m. Las muy famosas “Ackerman´s Surgical Path. Conferences”. Como su participación en las sesiones fue destacada (no obstante la “diabólica” interacción con el Dr. Ackerman), consiguió con facilidad la ansiada Residencia de Patología Quirúrgica. Ésta la inició en julio de 1966. Como mi hijo Abelardo y su hijo Carlos nacieron con unas cuantas semanas de diferencia, mi esposa y yo tuvimos el honor de bautizar a Carlos. Hecho determinante para estrechar nuestra amistad.

En 1967 disfrutó de un Fellowship en microscopia electrónica, durante un año, y al terminarlo formó parte del Staff del Dr. Ackerman. Por la jubilación del Dr. Ackerman en 1973, fue considerado para la jefatura del Departamento de Patología Quirúrgica, compartida con el Dr. Louis P. Dehner; sin embargo, las autoridades del Barnes Hospital y Washington University decidieron que el sucesor del Dr. Ackerman fuera el Dr. Walter C. Bauer, un craso error.    

Este hecho motivó al Dr. Rosai a buscar otros  horizontes. Trató de regresar a la Argentina, pero sus compatriotas no lo supieron valorar y desistió de hacerlo. Probablemente fue por estas fechas cuando adoptó la ciudadanía estadounidense. En 1974 decidió considerar una invitación del Hospital de la Universidad de Minnesota, para que formara un Departamento de Patología Quirúrgica. Aceptó el puesto, pero con la condición de que fuera una jefatura compartida con el Dr. Louis P. Dehner. O sea, que ambos fueran coodirectores de Patología Quirúrgica. La propuesta fue aceptada, pero no fue casual, pues en 1967 ya la habían puesto en práctica los Dres. Richard L. Kempson y Ronald F. Dorfman en la Universidad de Stanford. Estos cuatro patólogos fueron de los más distinguidos alumnos y colaboradores del Dr. Ackerman. Como resultado: en ambos Departamentos se organizaron las dos mejores residencias de Patología Quirúrgica de Estados Unidos y del mundo, que funcionaron de manera excelente durante muchos años. No es exagerado afirmar que, en estas residencias se formaron los mejores Patólogos Quirúrgicos de la actualidad.

En forma muy resumida y escueta, en cuanto a cargos, nombramientos e instituciones, mencionaré los siguientes: El Dr. Rosai permaneció en la Universidad de Minnesota hasta 1985. De ese año hasta 1991 se desempeñó como Director de Anatomía Patológica en la Universidad de Yale, en New Haven. CT. A partir de ese año, se desempeñó como Chairman de Patología del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, hasta 1999. Con lo que se cumplían algunos de sus sueños: trabajar en Nueva York, tener un “pisillo en Park Ave”. y disfrutar de las innumerables actividades culturales de esa maravillosa ciudad. Este sueño fue, uno de los grandes e incurables “vicios” del Dr. Rosai. Cuando emigró a Nueva York, su segunda esposa, Dra. María Luisa Carcangiu, decidió seguir viviendo y trabajando en Connecticut, de tal manera que el Dr. Rosai se vió obligado a regresar cada 15 días a pasar el fin de semana en su otro hogar (Milford, CT.). Sin embargo, algunos “amigos envidiosos” comentaban (en broma), que Juan había encontrado el estado perfecto para una pareja.

En el año 2000 decidió emigrar a Italia, para ocupar el cargo de Chairman del Departamento de Anatomía Patológica del Instituto Nacional de Tumores, en Milán. Finalmente, en 2005 creó el Centro para Consultas de Patología Oncológica dentro del Centro Diagnóstico Italiano. Además, mantuvo activas sus relaciones académicas, en calidad de Profesor, con diferentes categorías, con las Universidades de Cornell, Harvard y Utah.      

El Dr. Rosai llegó a ser el ponente que más seminarios de Patología Quirúrgica impartió en el mundo. En 1970 vino a México a disfrutar del campeonato mundial de futbol soccer. Otro de sus “vicios” vitalicios. Aprovechando la oportunidad, invité a Juan para que nos impartiera un seminario de Patología Quirúrgica, el cual se llevó a cabo en 1971. Sucedió que, cuando Juan preparó la Conferencia Magistral Maude Abbott, de la “United States and Canadian Academy of Pathology (USCAP)”, que presentó en 1995 en Toronto, Canadá, sobre la historia de los seminarios en los que había participado durante su vida, cayó en la cuenta de que su primer seminario de laminillas lo había impartido en la Unidad de Patología del Hospital General de México.

A los seminarios de patología que le heredó el Dr. Ackerman (de 1945 a 1973), agregó todos los suyos (de 1971 a 2010) y creó la “Rosai´s Collection of Surgical Pathology Seminars”. Esta colección consta de la increíble cantidad de 1495 seminarios de patología, compuestos por 18,439 laminillas, donde cada caso cuenta con comentarios del Dr. Rosai y/o de otros connotados patólogos. Gracias a la USCAP y a Aperio ePathology, la colección se encuentra disponible en internet, para que la consultemos y disfrutemos, en forma gratuita, los Patólogos de todas las latitudes.     

En la actualidad puede encontrarse en numerosos medios información de toda la producción científica, contribuciones originales, nombramientos, premios y distinciones del Dr. Rosai. Por este motivo, y por falta de espacio, no  pretendo aquí hacer una revisión, porque siempre resultaría incompleta. Sin embargo, considero que los Doctorados Honoris Causa que le fueron conferidos por  las Universidades de Boloña, Italia y de Córdoba, Argentina, le fueron especialmente gratificantes, porque había conseguido ser “profeta en su tierra”.

Resulta especialmente difícil hacer una semblanza completa y justa de su persona y de su personalidad. Porque se trataba de un patólogo “enciclopédico”, dotado de una memoria privilegiada, con un don innato e inigualable para el diagnóstico anatomopatológico, de una increíble capacidad para escribir artículos y libros científicos, de una fortaleza inhumana para trabajar largas horas sin descanso, disciplinado como pocos y capaz de hacer simple lo difícil. Pero sobre todo, dotado de un magnetismo singular para enseñar y para impartir sus “charlas” (conferencias) y seminarios. Además, contaba con una gracia innata para derrochar simpatía al tratar cualquier tema (¿carisma?). Su permanente sonrisa obligaba a los demás a sonreír también. Aunque todavía más importante: se trataba de un caballero, amable, sencillo, jovial, atento, buen amigo y hasta hermanable.

Su semana se iniciaba desde la tarde del domingo, no podía esperar hasta el lunes para empezar a trabajar. Trabajaba horarios prolongados y dormía muy poco, quizás unas cuantas horas. Además, se daba tiempo para disfrutar de todo tipo de actividades culturales. Por natural necesidad, creo yo, tomaba mucho café expresso, y para prepararlo tenía una cafetera en su casa y otra en su oficina. A pesar de que algunos de sus amigos le reprochábamos sus arduas rutinas, él aseguraba siempre que no le hacían daño. Sin embargo, tempranamente desarrolló enfermedad de Parkinson y esto le obligó a no poder participar en actividades con público. No obstante, todavía tuvo fuerzas y se dio tiempo para terminar las dos últimas ediciones de su libro de Patología Quirúrgica y dar innumerables consultas usando la telepatología.

Quiénes disfrutamos de su persona, de su sincera e inestimable amistad, de su confianza, así como de sus acertadas e instructivas consultas histopatológicas, le vamos a extrañar mucho y siempre. Incontables enfermos de todos los confines del mundo, le deben agradecer los acertados diagnósticos histopatológicos que les ofreció, por medio de las numerosas consultas que constantemente recibía. Para sus amigos siempre fueron gratuitas. Confío en que ahora, mi querido amigo Juan, disfrutará de una merecida y eterna paz.


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