Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.
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Necesitamos más Cecilias

Periodicidad: continua
Editor: Mario Magaña
Abreviatura: Patologia Rev Latinoam
ISSN: 2395-9581
Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.

          

 

Necesitamos más Cecilias

Patología Rev Latinoam | 10 de Octubre de 2024

Patología Rev Latinoam 2024; 62: 1-2.

https://doi.org/10.24245/patrl.v62id.10100

Luis Muñoz Fernández

Hospital Miguel Hidalgo, Aguascalientes, Aguascalientes.


Recibido: octubre 2024
Aceptado: octubre 2024

Corrrespondencia:

Luis Muñoz Fernández
cartujo81@gmail.com

Este artículo debe citarse como:

 Muñoz-Fernández L. necesitamos Cecilias. Rev Latinoam 2024; 62: 1-2.

¿Qué es para un patólogo“tener suerte en la vida”? No digo patólogo en formación, porque uno nunca deja de aprender, de formarse. En realidad, la residencia de patología nunca termina. Pero volvamos a la pregunta incial: ¿Qué es para un patólogo “tener suerte en la vida”? Es haber conocido, convivido y aprendido de un verdadero maestro, en este caso, de una verdadera maestra.

Cecilia Ridaura Sanz, maestra de la patología pediátrica mexicana y latinoamericana, embarcó, ligera de equipaje, el pasado jueves 19 de septiembre de 2024. Como al final de aquella trilogía extraordinaria que adaptó a la pantalla cinematográfica la inabarcable obra de J.R.R. Tolkien El Señor de los Anillos”, Cecilia se subió a la nave que la esperaba en el puerto para cruzar las aguas eternas. No necesitó óbolo para navegar por la laguna Estigia, porque ella misma lo fue: oro y plata puros.

Conocí a la doctora Ridaura en 1989, cuando siendo residente de segundo año de anatomía patológica en el Instituto Nacional de la Nutrición, me empeñé en rotar por el Instituto Nacional de Pediatría. Aquel departamento encabezado por su esposo, el doctor Eduardo López Corella, gozaba de una fama académica, docente y de investigación bien ganada. Formaban parte de aquel equipo los doctores Miguel Reyes Múgica, Beatriz de León Bojorge, Gilberto Medina Escobedo y Gabriela Braun Roth. No negaré que en mi empeño existía un motivo adicional: mi esposa Lucila (mi novia en ese entonces) era residente de pediatría en el mismo Instituto. 

Aquella estancia con el tándem que formaban la doctora Ridaura y el doctor López Corella y sus colaboradores fue para mí inolvidable. No sólo porque aprendí las bases de esta subespecialidad de la patología dedicada a las enfermedades de la infancia, sino porque disfruté de un ambiente muy estimulante y cordial. De inmediato sentí una gran afinidad por el estilo de trabajo y el trato afectuoso de la doctora Ridaura. Su alta y espigada figura me recordó de inmediato la de aquellas mujeres valientes que tanto destacaron durante la Segunda República Española. 

Con los años supe que había sido hija de un matrimonio de médicos que participaron como tales en el bando republicano durante la Guerra civil española. Su madre, Cecilia Sanz Sanz, había nacido en Játiva, población de la provincia de Valencia, y se había distinguido por ser una mujer adelantada a su época. Junto con su esposo Vicente Ridaura Álvarez, llegó a Veracruz como parte del exilio republicano en junio de 1939 a bordo del mítico Sinaia. En Tampico, donde vivieron, su benéfica labor social sigue siendo recordada con un festival  cultural anual que lleva su nombre.

La doctora Cecilia Ridaura Sanz afirmaba que su primer apellido significa “río de oro”. Se sabe que Ridaura es un toponímico catalán presente en las provincias de Valencia, Barcelona y Gerona. En la comarca de la Garrocha (Gerona), cerca de la frontera con Francia, existe todavía un pequeño pueblo llamado Ridaura y las ruinas de un monasterio benedictino del mismo nombre fundado en el año 852. Los expertos en linaje afirman que ese nombre proviene del latín medieval “Rivo de Àzare” o “ Riu d’Àzar”. Vaya usted a saber. Para los patólogos mexicanos, ella fue sin discusión alguna un caudaloso río de oro que a su paso por este cauce que es la vida fue regalándonos pepitas de ciencia, jovial entusiasmo, docencia, decencia, curiosidad infinita y fiel amistad. 

En Te vi marchar, que trata sobre cómo enfrentar el duelo tras la pérdida de los seres queridos, Robert Richardson cita a su mentor Walter Jackson Bate: “… al vincularnos a la grandeza podemos ser más libres “para ser nosotros mismos, para ser aquello que más deseamos y valoramos”. Por eso creo que necesitamos más Cecilias. Referencias, faros que con su fulgor nos indican el camino para viajar seguros y, llegado el momento al que Cecilia ya llegó, saber largar amarras y levar anclas como ella, con la ligereza de quien se sabe plena y serena.

Ahora que ella se desliza por el océano eterno, le deseamos que descanse en paz libre de las ataduras del tiempo, y que retorne así al infinito del que una vez vino para enseñarnos a navegar.


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