Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.
Editada y publicada por Editores Latinoamericanos de Patología A.C.
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Remembranzas del origen de la revista Patología
Remembrances of the origin of the Patholgy journal.
Patología
Abrir el arcón de los recuerdos trae sorpresas, unas agradables y otras no tanto. Con cierto temor, pero con nostalgia, saqué mis enmohecidos recuerdos de una aventura editorial que considero como una de las mejores experiencias de mi vida. Ahí estaban esas vivencias, luminosas unas y nebulosas otras. Poco a poco surgieron recuerdos de los esfuerzos, tanteos, frustraciones y, por supuesto, también de éxitos. El logro final fue el surgimiento de la “Revista Patología”. Todo empezó en la División de Patología del flamante Departamento de Investigación del IMSS, fundado apenas en 1967. Estaba ubicada en un edificio de un solo piso a un lado y detrás del Hospital de Oncología, flanqueado por los laboratorios y oficinas del Departamento en el Centro Médico Nacional del IMSS.
Previamente, había sido el mortuorio para todo el Centro Médico Nacional, pero desde 1967 fue adaptado para albergar diferentes laboratorios de Patología experimental. Persistía, sin embargo, una rampa posterior donde entraban y salían cadáveres y los consabidos vehículos mortuorios a la vista de todos y sin mayor escrúpulo. Por fortuna, esa sección fúnebre quedaba aislada de los laboratorios.
Los laboratorios estaban bien equipados y olían a nuevos. Ahí se instalaron jóvenes patólogos investigadores que ya habían dejado atrás la práctica de necropsias y la rutina de los especímenes quirúrgicos. Ahora todo era investigación. Microscopía Electrónica, Citogenética, Cultivo Celular, Neuropatología, Histoquímica Enzimática e Inmunología. Por entonces, la mayoría de los directivos de la Asociación Mexicana de Patólogos residían como investigadores del Departamento, unos jóvenes y otros no tanto. La mayor parte había recibido parte de su formación especializada en el extranjero en Universidades e Institutos de gran prestigio.
Privaba un espíritu sano y alegre de competencia y colaboración, porque cada uno de los que ahí estábamos teníamos el ferviente deseo de contribuir con nuestras mejores técnicas y protocolos de investigación a la generación de conocimientos novedosos, más allá de los métodos morfológicos consagrados. Nadie, por supuesto, ponía en duda el valor indiscutible de la autopsia y de los diagnósticos microscópicos de rutina. Pero había que dar pasos adelante. La hematoxilina y eosina ya no eran suficientes. Había que agregar la ultraestructura, conocer los componentes químico-enzimáticos de tejidos y neoplasias; era preciso conocer la composición cromosómica de los síndromes congénitos y de los cánceres; debían de estudiarse las condiciones de proliferación de células en cultivo y escudriñar en los misterios inmunológicos humorales y celulares.
En ese ambiente de fervor y entusiasmo por la nueva patología, la patología de frontera, surgió la idea de la conversión del ya consagrado “Boletín de la Asociación Mexicana de Patólogos” en una revista verdadera. Nació la “Revista Patología”. Pero aunque la idea fue en cierta forma novedosa, no surgió de la nada. Fue el producto de un proceso evolutivo de aquella publicación que la antecedió: el “Boletín de la Asociación Mexicana de Patológos”.
En el primer número de esa naciente revista, el Dr. Sadi de Buen hizo un recuento histórico de ese proceso que vale la pena recordar y que cito a continuación en forma sintética:
La Revista Patología […] es el resultado de una labor perseverante iniciada en Enero de 1961, cuando se publica el primer número del Boletín de la Asociación Mexicana de Patólogos. La Mesa Directiva 1961-1962 […]juzgó necesario que la Asociación Mexicana de Patólogos A.C. contase con un medio propio de información, por lo cual decidió editar mensualmente un modesto boletín mimeografiado en el cual se transcribieran las actas de las sesiones celebradas, breves notas informativas y las referencias bibliográficas de los trabajos publicados por los miembros de la asociación. El Boletín apareció ininterrumpidamente, de Enero a Octubre de 1961. Deja entonces de publicarse hasta Julio de 1962, en que aparece nuevamente el número 1 del Vol II, con una nota explicativa. En Junio de 1963, después de una nueva suspensión, reaparece el Boletín con una presentación mucho más atractiva y adecuada, ya que ahora está impreso y dotado de microfotografías de buena calidad. Por primera vez aparece un anuncio, de la casa que lo patrocina […]La mesa directiva entonces publica juntos los números 1,2 y 3 del Vol. IV, Enero-Octubre, 1964 y por primera vez se crea un comité editorial. Este número está dedicado casi en su totalidad a la reproducción del trabajo “Historia de la Anatomía Patológica en México” de German Somolinos D’ardois.
En Septiembre de 1968 es nombrado Director en Jefe del comité Editorial el Dr. Luis Benítez Bribiesca y Editor Asociado el Dr. Rafael Pinaud en sustitución del Dr. Feria quien se había trasladado a Estados Unidos a hacer estudios de Investigación. Se publican diversos trabajos originales, los Seminarios de Anatomía Patológica, resúmenes de trabajos presentados en Congresos de Patología y noticias de interés.
La Mesa Directiva 1969-1971 y el Comité Editorial a cuya iniciativa se debe la creación de la revista Patología, está integrada por los Dres. Amador González Angulo Presidente; Luis Benítez Bribiesca Secretario; Patricia Alonso Viveros Tesorero y Rafael Reynaga Sánchez Vocal. Siguen formando el Comité Editorial los Dres. Benítez Bribiesca y Pinaud, que en Septiembre de 1969 es reorganizado quedando constituido por los Dres. Luis Benítez Bribiesca, Alfredo Feria Velasco y Jorge Fernández Diez.
Como puede verse en este relato, el nacimiento de nuestra revista “Patología” no tuvo distocia alguna. Hubo común acuerdo para su creación, aunque con algunas pequeñas diferencias. Por ejemplo, mucho se discutió acerca del término «Patología» en vez de «Anatomía Patológica». Pero era evidente que este último tenía un tufo de antaño, mientras que el primero, la fragancia de lo nuevo. La Patología ya no era sólo morfológica, había incursionado por los nuevos derroteros de la ciencia y se había enriquecido con enfoques metabólicos, genéticos, ultraestructurales e inmunológicos.
Pues bien, la idea y la estructura general ya estaban, pero había que materializarlas. Para ello se redactaron instrucciones claras para los autores de elaborar, estructurar y enviar sus manuscritos e ilustraciones en la forma más adecuada, y que por primera vez debían de ser acompañados de un resumen en inglés. El otro problema era conseguir una imprenta con la capacidad adecuada, no sólo para manejar términos científicos muy ajenos al léxico habitual, sino que también fuera capaz de reproducir ilustraciones de microscopía electrónica, inmunohistoquímica, etc. con buena calidad y definición.
No fue tarea fácil. Teníamos que recibir los manuscritos impresos y las ilustraciones en fotografías blanco y negro en papel. Huelga decir que muchos de esos manuscritos no estaban del todo bien elaborados, sobre todo considerando que en aquella época apenas habían aparecido las máquinas eléctricas y algunos todavía usaban las mecánicas. La elaboración de los manuscritos requería de esfuerzo y paciencia. Las que más protestaban eran las secretarias, ya que por cualquier error el documento debía mecanografiarse todo nuevamente. Qué hubiéramos dado por tener un procesador de textos como Word®. Costó trabajo conseguir la imprenta adecuada, pero al fin, no recuerdo cómo ni de dónde, se nos recomendó a un impresor capaz de realizar este trabajo. Debo recordar que la imprenta, situada en la Colonia Narvarte en un local pequeño y obscuro, contaba con los aparatos de impresión de aquella época y un linotipo que para entonces eran muy modernos, aunque visto a la distancia parecería una imprenta primitiva. Debemos recordar que no existía ninguno de los avances actuales como sistemas de cómputo e impresoras automáticas. Ahí concurríamos principalmente mi secretaria y yo para hacer las primeras correcciones, todavía en placas de plomo donde cada línea del manuscrito estaba impresa por linotipo y colocada en cajas por página. Parecían reminiscencias de la imprenta de Gutenberg. Posteriormente recibíamos las auténticas galeras (las actuales son en realidad pruebas de página) que debíamos de corregir también personalmente. El dueño de la imprenta e impresor, el Sr. Hiyama, era un japonés inmigrante sonriente, amable y tolerante. Mucho le tenemos que agradecer por su buena disposición para atender las numerosas correcciones y reclamos, e inclusive tolerar nuestros frecuentes retrasos en los pagos.
El otro problema crucial que tuvimos que enfrentar casi en forma continua fue el del financiamiento. Hubo que tomar varias estrategias en diferentes épocas para cubrir los costos de la revista, lo que constituyó un problema permanente que requirió toda nuestra astucia y esfuerzo, pero que al final fue la causa de una larga interrupción de su publicación.
Por aquella época comenzó a ponerse gran interés en el sistema que había propuesto Eugene Garfield acerca del valor de las citaciones y del Factor de Impacto de las revistas. La compañía que él estableció publicaba el Science Citation Index (SCI), una recopilación anual sorprendentemente compleja de citas de las principales revistas médico-científicas. También se publicaba, desde principios de los años sesenta, un cuadernillo semanal titulado Current Contents, que en el extranjero, y pronto también en México, era ávidamente consultado por médicos y científicos de instituciones académicas como nuestra División de Patología. Ahí se enlistaban los índices del contenido de las revistas de mayor impacto. Teníamos acceso a ese cuadernillo, el cual turnábamos entre varios de nosotros. No rara vez se perdían o eran mutilados. No era de extrañar que nuestra revista no apareciera en ninguna de esas publicaciones, por lo que tampoco figuraba a nivel internacional. Nos metimos en el vericueto de tratar de meter a “Patología” en esos índices, aunque por lo general no llenábamos de pleno los requisitos. Finalmente en un par de daños logramos que nuestra revista ya contara con todos los requisitos para que Current Contents y el SCI nos diera su bendición. Pero había que buscar la mejor vía. Por fortuna, la naciente revista del Departamento de Investigación del IMSS “Archivos de Investigación Médica”, que gozaba de todas las virtudes presupuestales y administrativas, estaba también tramitando la entrada a ese índice. Pero la oficina local representante en México del SCI y Current Contents que estaba a cargo de un ingeniero de cuyo nombre no quiero acordarme, me hizo saber que si el IMSS compraba toda la suscripción del SCI, que era muy cara, él podría facilitar el trámite y la rápida inserción de la revista “Archivos de Investigación Médica” e incluir en su petición a la revista “Patología”. Afortunadamente para nosotros, el Director Médico del IMSS de entonces, el Dr. Castalazo Ayala, aprobó el presupuesto para que la Biblioteca del Centro Médico Nacional adquiriera esa suscripción. Poco tiempo después de haber hecho la solicitud formal a la compañía de Garfield y pasar el escrutinio para incluir a “Patología” en esos índices, se me informó finalmente que sería incluida. Gran alborozo despertó este hecho, tanto en nuestro comité editorial como en toda la comunidad de Patólogos. Finalmente estábamos en el ámbito internacional. Nuestros trabajos podían ser leídos allende nuestras frontras.
Desde que “Patología” comenzó a aparecer en el cuadernillo de Current Contents empezaron a llegar solicitudes de sobretiros de todo el mundo. En ausencia de la Internet y de los e-mails, las solicitudes se hacían por medio de sencillas tarjetas con el membrete del solicitante y el título del artículo de interés. Por supuesto que venían adornadas con bellas estampillas como las del Magyar Posta dignas de colección. Recuerdo que en una ocasión recibimos más de 90 solicitudes de un solo artículo, provenientes de todo el orbe. Pero mi satisfacción y alborozo por ése, que consideré un gran logro, se esfumó al cabo de algunos años cuando la revista fue eliminada de ese prestigiado índice. Debido al aumento de costos, a los esfuerzos infructuosos por conseguir donativos y a la inexplicable indiferencia de algunos colegas, fue necesario suspender la publicación por falta de recursos.
La negociación que llevé a cabo con la empresa SCI a través de su representación nacional me trajo, casi 15 años más tarde, un serio problema con el gurú de las citaciones y del Impact Factor, el propio Garfield. Resulta que, por razones del azar, fui entrevistado por uno de los editores del Scientific American como editor de la revista Archives of Medical Research. Entonces relaté a instancias del Dr. Gibbs, Editor Adjunto de Scienfic American como fue que logré la entrada de “Patología” al SCI, lo que apareció en el texto final publicado. El Sr. Garfield, al leer el artículo, enfureció a tal grado que amenazó con demandarme a mí y a Scientific American por falsedad de hechos y difamación, demanda que empezó a prosperar en los Estados Unidos. El alegaba que era falso que hubiera alguien que lo representara en México y que hubiese facilitado la inclusión de “Patología” condicionada por la compra del SCI. Busqué los testigos para mi defensa, pero el ingeniero y la oficina representante de SCI habían desaparecido. Los bibliotecarios, quienes finalmente realizaron la solicitud y pagos del SCI se habían jubilado hacía años y nos los pude contactar. Por fortuna, el asunto se diluyó paulatinamente quizás debido a la intervención de los abogados de Scientific American y pude descansar de esa seria amenaza de Garfield. Este fue uno de los recuerdos dolorosos, pero todo tiene su compensación en la vida. Se logró que “Patología” fuese considerada como Órgano oficial de la Sociedad Latinoamericana de Patología, lo que claramente expandía su influencia en toda Latinoamérica. Esta inclusión fue acogida con entusiasmo.
Andando el tiempo, pasé la estafeta editorial al Dr. Eduardo López Corella (mejor conocido como El Chori) quien acogió esta azarosa y a veces frustrante tarea con gran entusiasmo y entrega. Su empeño rindió frutos y nuestra revista no sólo continuó publicándose con regularidad sino que mejoró en calidad y contenido. De entonces a la fecha, hemos sido testigos de cómo los sucesivos editores se han empeñado con ahínco para mejorar la calidad de la “Revista Patología”.
Gran satisfacción me ha causado atestiguar cómo su actual director ha conseguido darle un formato y contenido de gran calidad. La impresión e ilustraciones de color son de primera, lo que la coloca al nivel de otras revistas internacionales de la especialidad. Es lamentable que todavía no haya sido posible insertarla nuevamente en el SCI y otros índices similares como Med Line. Por supuesto, ahora los requisitos necesarios son más rigurosos, pero estoy cierto que actualmente “Patología” cumple con todas las condiciones necesarias para aparecer nuevamente en el ámbito internacional. Hago votos por que próximamente se logre este propósito.
Al recordar todas estas peripecias e incursiones casi heroicas, en forma de prueba y error, siento satisfacción y nostalgia. Todos los que contribuimos a estructurar esta revista como una publicación de talla internacional debemos de sentirnos orgullosos.
Una reflexión final. La labor de un editor, en particular el de una revista científica, no es sencillo; requiere de gran esfuerzo y dedicación. Es necesario tener una mística y estar preparado para enfrentar situaciones difíciles y frecuentemente frustrantes, particularmente en nuestro país, en que la tarea de editor carece de cualquier reconocimiento académico y ninguna retribución económica. Todos nos embarcamos en esa aventura “por amor al arte”. Espero que las nuevas generaciones retomen esa mística y estén dispuestas a continuar la labor siempre ascendente de nuestra revista.
Ahora cierro el baúl de mis recuerdos. Espero que esta añeja historia tenga alguna utilidad para las nuevas generaciones.
Luis Benítez Bribiesca
Editor Emérito