Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.
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Ruy Pérez Tamayo, enredamiento cuántico y enhancers génicos

Periodicidad: continua
Editor: Mario Magaña
Abreviatura: Patologia Rev Latinoam
ISSN: 2395-9581
Indizada en: Index Medicus Latinoamericano, LILACS.

          

 

Ruy Pérez Tamayo, enredamiento cuántico y enhancers génicos

Ruy Pérez Tamayo, quantum entanglement and gene anhercers.

Patología Rev Latinoam | 18 de Septiembre de 2023

Patología Rev Latinoam 2023; 61: 1-7.

https://doi.org/10.24245/patrl.v61id.8858

David Gómez-Almaguer, Hugo Alberto Barrera-Saldaña

Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México.


Recibido: mayo 2023
Aceptado: junio 2023

Corrrespondencia:

Hugo Alberto Barrera Saldaña
habarrera@gmail.com

Este artículo debe citarse como:

Gómez-Almaguer D, Barrera-Saldaña A. Ruy Pérez Tamayo, enredamiento cuántico y enhancers génicos. Patología Rev Latinoam 2023; 61: 1-7.

En la pasada entrega de los premios Nobel, el galardón del área de la física se otorgó a Alain Aspect, John Clauser y Anton Zeilinger por la comprobación experimental del perplejante fenómeno, tan cuestionado por el propio Einstein, del “entrelazamiento” o “enredamiento” cuántico. El fenómeno en cuestión establece que una vez que dos partículas del mundo cuántico (tales como los fotones) interaccionan, sus estados se sincronizan y comportan como una sola unidad; ello, aun si son separadas por grandes distancias. También predice que, al momento de probar las propiedades de una de ellas, en automático descubriremos el estado de la otra, aún si esta segunda ya no estuviera en nuestro rango para examinarla. 

Nuestro homenajeado, el sorprendente Dr. Ruy Pérez Tamayo, referido aquí con cariño simplemente como Ruy, no solo “enredó” a los que aquí le recordamos, sino que también lo hizo a incontables hombres y mujeres de ciencia; una vez que alguien interaccionaba con Ruy, este le entrelazaba con su efecto de cultivar la investigación científica con devoción, ética y honestidad; efecto que se perpetuaba aún si el tiempo y la distancia zanjaban la interacción.

¿En qué circunstancia se dio la interacción, cuáles fueron las consecuencias del efecto producido y cómo se perpetuó el enredamiento del “efecto Ruy”, es el motivo de este in memoriam.

El último encuentro

David: Mi recuerdo de Ruy en mi último encuentro fue cuando él estaba por cumplir 90 años. En esa ocasión vino a Monterrey a dictar una charla en el Tecnológico de Monterrey. Me preocupé por su edad y las posibilidades de que “perdiera su estilo”. No fue así, fiel a su costumbre de escribir su conferencia, la leyó impecablemente sin titubear y con frecuentes miradas a los asistentes.  Aunque lo había escuchado muchas veces, disfruté su conferencia nuevamente en la que describió, una vez más, las bondades de una vida en la investigación. No era raro que, a pesar de ser invitado por otras personas u organizaciones, el solía escabullirse y buscar la compañía de sus amigos para la etapa social “post-conferencia”.  Por ello, al terminar su compromiso disfrutamos una comida en un restaurante argentino. Siendo Ruy un individuo delgado y en su peso ideal, siempre que compartí el “pan y la sal” con él, pude comprobar que tenía un apetito normal y era un buen bebedor de tequila, whiskey en ocasiones y buen vino; empero, debo afirmar que nunca lo vi perder la compostura ni su interesante conversación.

Hugo: “En casa se sirve el tequila a la 1 pm en punto, hayan llegado o no las visitas”, me advirtió Ruy el día que su hija María Isabel me invitó a su domicilio de la colonia San Jerónimo de la ciudad de México para comer con él. Arribé quince minutos antes de la hora del tequila y disfruté de un par de “caballitos” del tequila Cuervo Tradicional reposado que él guardaba en el congelador en esa hermosa cocina estilo mexicano de su casa. Brindamos por la ocasión, conversando sobre sus planes de iniciar un nuevo centro de investigación en Ensenada, BCS, hasta que Isabel nos llamó a la mesa para disfrutar los tres de una rica comida.

En esta visita Ruy me platicó cómo logró construir esa casa (gracias a un préstamo de uno de sus exalumnos que había logrado gran éxito profesional), me mostró su nutrida biblioteca, me comentó sobre las temporadas que pasaba en la casa de su hija en Ensenada y hasta me confesó que empezaba a tener problemas de memoria (¡a sus más de 95 años de edad!)

El primer encuentro

David: En la década de los setenta, Ruy conoció a mi padre, el Dr. Álvaro Gómez Leal, quién, siendo subdirector de investigación en el HU de la UANL, lo invitó a dictar una conferencia en Monterrey. A partir de entonces, ellos desarrollaron una amistad envidiable que perduró hasta la muerte de mi padre.  En esa época yo era un joven estudiante de medicina y tuve la fortuna de tratar a Ruy cuando en algunas ocasiones venía a Monterrey; no era inusual que platicara con él en la casa familiar, donde solía echarse unos tragos con mi padre y el Dr. Jesús Guerra Medina, patólogo, quien era otro de sus grandes amigos. Esas reuniones solían ser muy divertidas, llenas de anécdotas y ocurrencias; cultura e inteligencia abundaban y yo obviamente me sentía un “invasor” y solo estaba presente por pequeños lapsos. Desde entonces conocí a Ruy y en 1977, cuando ingresé al Instituto de Nutrición (hoy referido como Instituto Nacional de Ciencias Médicas y de la Nutrición “Salvador Zubirán” o INCMNSZ) para iniciar mi posgrado médico en medicina interna y hematología, donde él era el jefe de Patología, me reconoció inmediatamente y me trataba casi como a un hijo. Desde entonces mi interés por la investigación empezó a aflorar y puedo decir que Ruy, sin proponérselo, subliminalmente se entrelazó con mi futuro académico.

Hugo: Fue allá por los mediados de la década de 1980, cuando me llegó la invitación para acudir a la conferencia que el afamado Dr. Ruy Pérez Tamayo expondría sobre el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en el auditorio de la Facultad de Ingeniería Civil de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Nuevo León. Yo había sido uno de los dos profesores de esa universidad que habían sido aceptados cuando dicho sistema se lanzó en 1984. La exposición de Ruy acabó de ayudarme entender el origen y las bondades que este sistema, el cual había sido concebido por un muy distinguido grupo de académicos, incluido el propio Ruy, tras convencer al presidente en turno, el licenciado Miguel de la Madrid Hurtado, que ayudaría a frenar la fuga de cerebros provocada por la abrupta caída del poder adquisitivo en salarios de científicos (entre muchos otros profesionistas), que la crisis financiera del 1982 había causado en México.

Al término de su brillante exposición se abrió la sesión para preguntas, oportunidad que aproveché para cuestionar al defensor del SNI sobre por qué éste no incluía el beneficio de exentar de impuestos y permisos de importación a los insumos para la investigación que requeríamos en nuestros laboratorios. Lo que recibí de respuesta de su parte fue como un sorpresivo “balde de agua fría”, pues, aunque yo no le conocía aún, él, por lo que comentaré más adelante, si me tenía bien identificado. Empezó diciendo: el Dr. Barrera creo aún no ha tenido la experiencia de enfrentar las dificultades que el SNI viene a resolver y en lugar de reconocerlas, pide que haga milagros. Ante tal “coscorrón”, me hundí en mi asiento lo más que pude, sintiendo la mirada burlona de todos en tan nutrida audiencia que atiborraba el auditorio. Me quedó claro que Ruy era, como dicen los estadounidenses: a straight shooter (persona que habla claro y directo).

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